Verano azul

GRACIAS. Es lo primero que me sale de las manos en este post del reencuentro. A los que leen, por estar ahí. A Dios, los astros, el universo, la simple suerte o quien regule las cosas desde arriba, por regalarme las hermosas vacaciones que disfruté. Me gusta pensar que son el augurio de un maravilloso año, el mismo que les deseo a todos ustedes! Este fue mi verano...

¡AMO BRASILLLLLLLLLLLLLLLLLL!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Ya se los dije, no? Debería ser un derecho humano universal vacacionar al menos una vez en ese país increíble. ¿Qué me gusta de él? Mil cosas. Por ejemplo, el espíritu entrañablemente optimista de sus habitantes, a prueba de toda adversidad...

Como Rodrigo, que caminaba 8 km de playa dos veces al día, con 70 kilos de camisolas sobre el lomo, haciendo gala de mejor humor que muchos de los afortunados que lo veíamos pasar panza arriba con una caipirina en la mano.

Me fascina la riqueza natural de nuestro vecino, y la creatividad con la que los brasileros cuelan en todo ese color. ¿Podrían haber nacido en otro país estos muebles-objeto?

 

Envidio sanamente su desinhibición, su infinito relax, la pasión con la que se entregan al Carnaval, su cerveza suave y helada, muchas de sus palabras (que respondan "Beleza!" cuándo se les pregunta cómo les va), y así podría seguir hasta aburrirlos. Mejor me callo y los dejo disfrutando otra cosa que nuestros vecinos hacen de maravilla: música!